viernes, 9 de diciembre de 2016

LA RÍA DE VILLAVICIOSA (ASTURIAS)

                                   LA RÍA DE VILLAVICIOSA ( ASTURIAS)
                      La ría de Villaviciosa es uno los estuarios mejor conservados y de mayor valor ambiental de la costa Cantábrica. Las 1.000 hectáreas protegidas incluyen el estuario y los terrenos contiguos, estando sus límites definidos por las carreteras que recorren ambas márgenes de la Ría. Está  declarado  Reserva Natural Parcial , año 1995, pasando a formar parte de la Red de Espacios Naturales Protegidos del Principado de Asturias. A nivel europeo, se ha reconocido su importancia mediante la declaración de Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Interés Comunitario (LIC), quedando incluido en la Red Natura 2000. Recientemente ha sido agregado a la Lista de Humedales de Importancia Internacional (RAMSAR) .
Es un lugar ideal para aunar actividad física, deporte, con observación y disfrute de la naturaleza pues en tramos largo se puede practicar el piragüismo y otras actividades en el medio.
                       Las especiales condiciones ambientales que se generan en este espacio, principalmente ligadas a la elevada influencia marina, condicionan cualquier forma de vida en el estuario. En concreto, el grado de salinidad de las aguas y la alternancia cíclica del nivel de anegación por efecto de las mareas han determinado importantes adaptaciones en las especies de flora y fauna presentes.  La singularidad y riqueza de su flora y vegetación, reflejo de la fuerte heterogeneidad ambiental presente, convierten a esta ría en un lugar de gran relevancia botánica. Destaca especialmente, por su extensión y grado de conservación, la vegetación típicamente marismeña representada por especies halófilas y subhalófilas. Algunas de estas especies como la sosa blanca (Suaeda marina), la sosa prima (Suaeda prima), el salicor duro (Sarcocornia fruticosa), la hierba salada (Spatina maritima), la acelga salada (Limonium vulgare), la seda de mar ancha (Zostera marina) o la seda de mar estrecha (Zostera noltii)  entre otras, presentan una distribución muy reducida o única en el litoral asturiano, por lo que se incluyen en el Catálogo Regional de Flora Amenazada del Principado de Asturias. Decir que  los estuarios son ambientes muy productivos que reciben gran cantidad de depósitos de materia orgánica proveniente tanto de la tierra como del mar. Estos materiales, que se van depositando en el fondo del estuario, ofrecen las condiciones y recursos necesarios para el desarrollo de una variada comunidad de invertebrados. Por constituir especies clave para la alimentación de peces y aves acuáticas, destacan algunos bivalvos como la almeja fina (Ruditapes decussatus), el berberecho (Cerastoderma edule), la navaja (Ensis spp) y el muergo (Solen marginatus) además de algunos anélidos marinos como la  “xorra colorao”  (Hediste diversicolor) y el “xorrón” o “xagorrón” (Arenícola marina). Como consecuencia de su conexión permanente con el mar Cantábrico, la ría presenta una variada comunidad de peces. Su distribución se concentra, principalmente, en su desembocadura, si bien durante las pleamares y, en especial, durante los periodos de mareas vivas, se introducen aguas adentro. Algunas de las especies marinas más representativas son la lubina (Dicentrarchus labrax), la dorada (Sparus aurata) y el sargo (Diplodus sargus). Entre los peces planos destaca la solla (Pleuronectes platessa) o el lenguado (Solea solea). Otras especies, como la anguila (Anguilla anguilla) y varias especies de muiles (Mugil spp), se distribuyen a lo largo de todo el estuario al presentar un amplio rango de tolerancia a la salinidad. La ría de Villaviciosa es, además, un lugar estratégico para el avituallamiento y descanso de miles de aves acuáticas que se desplazan a lo largo de una ruta migratoria conocida como “ruta del Atlántico Oriental”. Aquí encuentran la tranquilidad y el alimento que necesitan para continuar su migración hacia sus áreas de invernada en el sur peninsular o en el continente africano. Además, muchas de estas aves utilizan la ría como lugar de invernada, permaneciendo en el estuario hasta el final de este periodo o el comienzo de la primavera, cuando regresan al norte de Europa para reproducirse. De entre todos los grupos de aves acuáticas que se encuentran presentes en este espacio, destaca el los limícolas. Estas aves se alimentan preferentemente durante las bajamares, rebuscando invertebrados en las llanuras fangosas. Zarapitos reales (Numenius arquata), archibebes comunes (Tringa totanus) y claros (Tringa nebularia), chorlitos grises (Pluvialis squatarola), chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula) y correlimos comunes (Calidris alpina) son algunas 
de las especies más representativas del interior de la marisma. Otras, como el avefría europea (Vanellus vanellus), el chorlito dorado (Pluvialis apricaria) o el escaso alcaraván común (Burhinus oedicnemus), presentan hábitos más terrestres que las anteriores, eligiendo los terrenos reclamados a la marisma o “porreos”, con una baja o nula influencia estuarina, durante sus migraciones e invernada. Las anátidas son otro de los grupos que presenta gran importancia dentro de las aves acuáticas. Destacan principalmente las anátidas de superficie, como el silbón europeo (Anas penelope), el ánade rabudo (Anas acuta), real (Anas platyrhynchos) y friso (Anas strepera), la cerceta común (Anas crecca) o el cuchara europeo (Anas clypeata). Los requerimientos ecológicos de cada una de estas especies condicionarán su distribución en el espacio, seleccionando zonas en el interior del estuario o bien en los ambientes de “porreo”. Es en estos ambientes donde se puede observar regularmente, aunque en escaso número, a los ánsares comunes (Anser anser), que tienen en la ría su único punto de invernada regular de nuestra región. La ría alberga, además, a algunas especies de aves buceadoras terrestres y marinas entre las que destaca el zampullín chico (Tachybaptus ruficollis) y cuellinegro (Podiceps nigricollis), el somormujo lavanco (Podiceps cristatus), el colimbo grande (Gavia imner), el negrón común (Melanitta nigra) o el cormorán grande (Phalacrocorax carbo). Otro grupo relevante está constituido por las grandes zancudas, como la garza real (Ardea cinerea), la garceta común (Egretta garcetta), la garcilla bueyera (Bulbucus ibis) o la espátula europea (Platalea leucorodia). De hábitos más discretos y mucho más escasas que las anteriores son: la garza imperial (Ardea purpurea), la garcilla cangrejera (Ardeola ralloides) y el amenazado avetoro común (Botaurus stellaris). Durante los periodos migratorios también es posible observar descansando y alimentándose en los grandes “porreos” a las esbeltas grullas (Grus grus) y cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) que son, junto a la escasa cigüeña negra (Ciconia nigra), las especies de mayor tamaño presentes en la Ría.  El tipo de requerimientos ambientales que presentan los anfibios condicionan su distribución a los ambientes de “porreo”( lugares artificiales preparados por el hombre para ganar terrenos y plantar)  y, más concretamente, a sus charcas y lagunas de carácter temporal o permanente. Aquí encontramos especies como la ranita de San Antonio (Hyla arborea), el sapillo pintojo (Discoglossus galganoi) o la rana común (Pelophylax perezi). Además, estos “porreos” son el hábitat de especies de mamíferos como el armiño (Mustela erminea), el turón (Mustela putorius), lo la nutria (Lutra lutra). La presencia de grandes ungulados como el corzo (Capreolus capreolus) y el jabalí (Sus scofra) es común en los pastizales y cultivos que rodean al estuario.
Vegetación de la Ría de Villaviciosa.
El elevado grado de conservación de la Ría de Villaviciosa convierte este espacio en una referencia para el conocimiento de los ambientes estuarinos. Ello se hace especialmente patente en el caso de su flora y vegetación, cuya singularidad reside en la presencia de un buen número de especies amenazadas y de escasa o única distribución en el litoral asturiano. Entre sus elementos más singulares destacan las especies Spartina maritima, Suaeda vera y Sarcocornia fruticosa, que tienen en la ría de Villaviciosa su única localidad en nuestra región. Las diferentes características ambientales a lo largo del estuario determinan la aparición de una gran diversidad de hábitats que se pueden agrupar en tres grandes unidades ambientales: el marjal, la marisma y la desembocadura.
  El marjal.- Este ambiente se localiza en las zonas más internas del estuario, dónde la influencia mareal y la salinidad de las aguas son menores. En los marjales se desarrollan cañaverales, carrizales y juncales, que señalan la transición entre el ambiente marino y el terrestre. Por ello incluyen especies con adaptaciones intermedias a ambos ambientes como el cirpo marítimo (Scirpus maritimus), el carrizo (Phragmites australis) o el junco marino (Juncus maritimus). En la Ría de Villaviciosa, la extensión del marjal está limitada por la elevada influencia mareal y por la actividad humana. Esta se concreta en la desecación de estas zonas y su transformación en los denominados porreos, terrenos destinados a usos agrícolas y ganaderos. Estos espacios se encuentran sin embargo sometidos a inundaciones y encharcamientos que permiten la instalación de las especies del marjal, conviviendo con otras especies propias de pastizal y de zonas húmedas no salobres. o En el porreo del Cierrón (*) es posible observar la coexistencia de especies de los prados húmedos con las propias de los marjales (Juncus maritimus, Cotula coronifolia). En los bordes del porreo aparecen plantaciones de tamarisco, Tamarix gallica, especie arbustiva utilizada para favorecer la fijación de los porreos. Servicios de Gestión Medioambiental SIGMA S.L. La marisma La marisma se localiza en las zonas externas del estuario, con una influencia mareal acusada y una elevada salinidad de las aguas. En la Ría de Villaviciosa la influencia marina se deja sentir casi hasta el fondo del estuario, por lo que su marisma alcanza un gran desarrollo y diversificación. Las marismas constituyen medios de elevada productividad. Sin embargo, la alta concentración de sales en el medio obliga a las plantas de marisma a desarrollar mecanismos adaptativos frente a la potencial deshidratación y a la toxicidad. Las especies se distribuyen en diferentes bandas según un gradiente topográfico que va desde las zonas permanentemente sumergidas a aquellas que sólo son afectadas por las pleamares más vivas. En las zonas más profundas crecen las sedas de mar (Zostera marina y Zostera noltii), especies amenazadas con aspecto de algas. En áreas más elevadas aparecen las praderas de hierba salada (Spartina maritima) e, inmediatamente después, crecen matorrales de sosa de las salinas (Sarcocornia perennis). Más allá del límite normal de las pleamares, se desarrollan matorrales de salicor duro (Sarcocornia fruticosa) y de salobreña (Halimione portulacoides). Finalmente, en las posiciones más elevadas aparecen matorrales de sosa prima (Suaeda vera). o En las cercanías de la playa de Misiego (*) se pueden observar algunos de estos cinturones de vegetación. Son abundantes los matorrales de sosa de las salinas, acompañados por diferentes especies (Halimione portulacoides, Limonium vulgare, Aster tripolium,… ) y que en áreas ligeramente deprimidas se ven desplazados por las praderas de acelga salada (Limonium vulgare), con dominancia de esta especie junto a Plantago maritima. Los Servicios de Gestión Medioambiental SIGMA S.L. matorrales de salobreña ocupan zonas más altas con suelos bien drenados y ocupando el límite superior de la influencia mareal crecen los matorrales de sosa prima. La desembocadura En torno a la desembocadura se desarrollan extensos arenales que forman parte de playas y dunas. Los arenales constituyen medios extraordinariamente hostiles para la vida debido a la sequedad y a la elevada movilidad impuesta por el sustrato. En las playas el único lugar en el que se desarrollan plantas vasculares es el límite superior, allí donde se depositan arribazones, restos orgánicos que aportan los compuestos químicos esenciales para su crecimiento. Las especies que crecen aquí presentan un ciclo vital extremadamente corto, entre la primavera y el otoño, a causa del barrido de las olas de tormenta. Tal es el caso de la rucamar (Cakile maritima subsp. integrifolia). En las dunas la arena es movilizada por el viento pero los suelos son más estables a medida que avanzamos hacia el interior, distinguiéndose varios tipos de dunas: primarias o embrionarias, secundarias o blancas y terciarias o grises. En la estabilización del sustrato arenoso juegan un papel fundamental especies como el barrón (Ammophila arenaria subsp. australis), que fija la arena con sus fuertes rizomas. o En Rodiles (*) el intenso uso del suelo ha determinado que buena parte de las comunidades vegetales de playas y dunas hayan sido drásticamente alteradas. Sin embargo, aún pueden observarse restos de las comunidades de playas (representadas exclusivamente por la rucamar) y de las propias de los sistemas dunares.En la vegetación Servicios de Gestión Medioambiental SIGMA S.L. de dunas primarias destaca la grama del norte (Elymus farctus subsp. boreali-atlanticus) mientras que en las dunas secundarias domina otra gramínea rizomatosa, el barrón (Ammofila arenaria subsp. australis). Las dunas terciarias han sido destruidas en su mayor parte pero aún se encuentran restos de sus comunidades materializadas en la presencia de la manzanilla bastarda (Helicrysum stoechas). * Los lugares indicados con un asterisco se pueden identificar en el folleto general de la Reserva como Zonas de Interés Botánico
Fauna.-
La variedad de ambientes en la Ría, unido a la amplia disponibilidad de alimento, permite una abundante y diversa vida animal. La gran cantidad de partículas orgánicas que el agua va depositando en la ría mantiene una gran población de invertebrados. Entre los más comunes se encuentran especies como el berberecho, la xorra y la almeja fina. Se trata de especies marinas que al bajar la marea se entierran en el fondo para evitar la desecación. Esta abundancia de invertebrados constituye el alimento de una gran variedad de peces y aves. Se encuentran en la ría una treintena de especies de peces, en su mayoría de hábitos costeros que, por lo general, no alcanzan zonas muy alejadas de la desembocadura. La lubina y el sargo son dos de las especies más apreciadas por los pescadores.
Por su estratégica situación, la Ría es un lugar de vital importancia para el descanso de miles de aves acuáticas durante la migración e invernada. Aquí encuentran el alimento que necesitan para continuar con su agotadora travesía, así como refugio para afrontar los rigores invernales. Pero las llanuras fangosas son, sobre todo, el territorio de las aves limícolas. Estas aves recorren los suelos poco compactos de la marisma, rebuscando invertebrados de los que alimentarse durante la bajamar. Zarapitos, archibebes, chorlitos, correlimos y ostreros son algunos de los limícolas más abundantes en la ría. También acuden aves pescadoras, tanto continentales, como el zampullín chico, el somormujo lavanco o el cormorán grande, como marinas, entre las que destacan varias especies de gaviotas, el negrón o el charrán patinegro. En las zonas más alejadas de la desembocadura, charcas poco profundas dan cobijo a garzas, patos y otros animales acuáticos. En primavera los cantos nupciales delatan durante la noche a las ranas y al amanecer a pequeños pájaros de colores pardos, que de otro modo pasarían desapercibidos.
Patrimonio Cultural .-
La influencia de la ría en el poblamiento de este territorio queda patente por la situación de su capital, Villaviciosa, en la orilla interna de la Ría, en el límite de la reserva. Fue elegido este punto para la fundación de la villa por su situación estratégica para las comunicaciones terrestres y marítimas. Dentro de la reserva se encuentran varios núcleos de poca entidad, siendo Seloriu, con unos 600 habitantes, el mayor de ellos.
Existen vestigios de poblamiento en el entorno de la ría desde épocas prehistóricas. Actualmente hay una población dispersa en pequeños núcleos, en los que se mezclan casonas, capillas románicas, quintanas y casas de indianos. Las pequeñas explotaciones agropecuarias han sido el modo de vida tradicional de los habitantes de la ría, y aún hoy la ganadería vacuna y los porreos definen el paisaje. A ellos hay que unir el marisqueo, actividad que se sigue realizando a la manera tradicional: a mano o con rastrillo. La Ría fue además un importante puerto comercial en el periodo preindustrial, en cuyas márgenes se instalaron almacenes e industrias de distintos tipos, como caleros y astilleros, además de la famosa fábrica de sidra de El Gaitero, importante elemento del patrimonio industrial. Su importancia económica en esta época preindustrial se confirma con la grandiosidad de los edificios de Villaviciosa, como la Casa de los Hevia y de los Valdés, así como varios ejemplos de arquitectura indiana.
 Una propuesta de ruta.-
La ruta discurre por la margen derecha de la Ría, parte de Selorio, pasa por la ensenada de Misiego y termina en Punta Rodiles, desde donde podremos contemplar excelentes panorámicas de toda la zona.
                                   Características
Tipo: lineal
Dificultad: fácil, senderismo
Itinerario: Selorio-Misiego-playa de Rodiles- Punta Rodiles y regreso.
Señalización: buena
Sendero homologado: forma parte del G.R. E-9
Distancia: trece kilómetros
Duración: cuatro horas
         Situación y distancias.  Punto de partida
El itinerario se inicia en Selorio, localidad que se encuentra a unos ocho kilómetros de la capital del concejo, donde habremos de tomar la carretera N-632 en dirección a Colunga y, después de recorrer unos seis kilómetros,  desviarnos a la izquierda en un cruce debidamente señalizado. Una vez llegados al pueblo nos dirigiremos hacia la iglesia parroquial, en cuyas inmediaciones podremos dejar nuestro vehículo . El edificio  que  contemplamos, erigido bajo la advocación de Santa Eulalia, es obra del siglo XII, por más que las sucesivas reformas se hayan llevado por delante buena parte de la construcción original.  No obstante, bajo esa espadaña desnaturalizadora aún se conservan algunos elementos de la primitiva obra,  entre los que sobresale la  portada románica. Sus tres arcos de medio punto se apoyan sobre machones, el exterior, y cuatro columnas que terminan en  capiteles en cuya decoración se alternan los motivos vegetales y los animales.  Dejando a nuestras espaldas la iglesia de Santa Eulalia, y tras cruzar una carretera local, nos adentramos en las calles de Selorio. Bordeamos el palacio de los Balbín Valdés, casona solariega, construida previsiblemente en el siglo XVII, que cuenta con varias edificaciones auxiliares, entre las que destaca una ermita y un palomar, y abandonamos el pueblo por una carretera apenas transitada que en suave ascenso nos llevará a un alto desde el que podremos contemplar las primeras panorámicas de la Ría.  Estamos en Misiego y descendemos hacia la ensenada. La imagen que ahora vemos cambiará poco a poco y  será muy diferente cuando, a la vuelta, se tiña por completo de mar.  La playa de Misiego es singular, pues  ―tal y como nos explica un panel situado en las inmediaciones― no está abierta al mar y la vegetación  que la cubre en buena parte está constituida por plantas de marisma, que encuentran aquí uno de sus últimos reductos de la costa cantábrica. Bordeamos el arenal y continuamos por un camino que nos llevara a una pasarela de madera, instalación que tiene como principal objetivo el de preservar las especies vegetales que aquí se encuentran. Estamos cerca de la playa de Rodiles, a la cual accederemos por una nueva pasarela instalada sobre la escollera que canaliza la ría. Finalizado el entarimado, caminaremos al borde de la zona de dunas en dirección al Monte Rodiles que la cierra por su extremo oriental.  Al final de la playa, a la altura de un aparcamiento que allí se encuentra, avanzamos por una carretera que da acceso a una depuradora. No tenemos que llegar hasta el final, pues tras recorrer un corto tramo tomaremos un camino ascendente que se abre a nuestra izquierda. Zigzagueando entre eucaliptos vamos ganando altura. Por momentos la ascensión se hace un tanto exigente, pero pronto comprobaremos que el esfuerzo merece la pena: al final del sendero nos espera una magnífica atalaya desde donde podremos observar la ría en toda su plenitud. Mires para donde mires, las vistas son espectaculares: el arenal de Rodiles con la zona de dunas y de arbolado; en la otra orilla, El Puntal y, más allá, junto al mar, Tazones... Cuando no haya más remedio que iniciar el camino de regreso, volveremos sobre nuestros pasos: el itinerario es el mismo, pero la marea ya se ha encargado de que las panorámicas sean diferentes.

                         CERCA DEL CENTRO DE INTERPRETACIÓN





 TAZONES, PUEBLO MARINERO EN LA RUTA DE LA RÍA DE VILLAVICIOSA

  POR EL ALTO DE TAZONES, ....POR SU FARO...





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