13
de julio, 2012
Vaya día. De entrada , el bosque de
Sansanet es una pasada. Luego, lo del ibón de Estanés, con tilde en la “e”,
como me indicó el amable guarda del albergue Aysa, es descomunal. Es un lago,
enorme cubeta glaciar, de los de mayor
profundidad en el Pirineo, con la sierra de Secús flanqueándolo , el valle de los Sarrios
detrás y
el valle de Aguas Tuertas hacia el noroeste dando nacimiento al río
Aragón Subordán. Cuando llego y veo este escenario, ni que decir tiene que me
quedé “espantado”. No me moví en un buen rato y a decir verdad, casi no me
quedo allí. Me dejé el saco y la tienda, tampoco tenía comida,… no tuve valor
pero prometí volver (a ser posible con
mi gente) para poder disfrutar más tiempo de ese paisaje. Los caballos salvajes
me devolvieron al tiempo y con su presencia me hicieron mover. Las aves y el
ganado en lo alto del prado con las montañas al otro lado te dejaban patifuso.
Eso sí, hasta que llega la muchedumbre. Luego viaje y antes nos despedimos del
guarda del albergue. Sus conocimientos de Canarias son de notable alto.
Eso y el bosque de Sansanet, tan
parecido a Garajonay, me hacen pensar que en realidad no estamos tan lejos.
Al atardecer, en Hecho ( o Echo,
que ni ellos se aclaran) con una copa de vino, la noche se abre , las nubes se
van, y recordando el día de hoy en este cuarto me es difícil conciliar el
sueño. No dejo de pensar como brillará ahora la luna junto al lago, como estarán esos potrillos retozando
en la hierba serenada,…
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