Cuando era pequeñito, miraba a
la ladera y al monte. Y lo hacía por una simple cuestión; el mar no
se veía desde mi mundo y además, aquellos eran los lugares por donde venían los
Reyes Magos. Seguramente esto le pasaba a muchos niños y niñas de nuestra edad
porque los reyes siempre llegaban desde esos lejanos lugares.¿Tendrá algo que
ver en mi afición por las montañas?. ¿Por qué eran esos los lugares escogidos
para la llegada de los reyes?. Siempre me decían…” mira, mira, van bajando
desde la cumbre, ¿no ves las luces?”. Y tengo que decir que veía las luces o
por lo menos me las imaginaba. Era mi tío Elías el que más insistía en esta
teoría. Así pues, el monte , que así es como llamamos aquí a la montaña ( en
otros lugares es una montaña con vegetación) o la cumbre, término también muy
utilizado para designar la zona del pico del valle, las Dehesas, Los Pelados,
Anocheza,…, eran lugares que tenía siempre en mi retina. Por eso pedía unos
prismáticos a los reyes. También la ladera . Ese lugar lo pisé un día cuando mi
abuelo me llevó a Agache. ¿Agache?, sí, ese espacio más allá del Mirador de D.
Martín. Recuerdo el día y hace poco por el Bailadero de Anaga, me pareció
revivirlo. Era temprano, había neblina al llegar al mirador, el aire frío se
percibía enseguida distinto. Iba con mi abuelo y mi familia. Me acuerdo que ese
lugar era entrar en otro mundo, otro aire, otras casas, otras tierras más
blanquecinas. Mi abuelo me decía años más tarde que allí , en esos canteros , “sólo se dan papas y
algunas parras”. Era un trabajador de la Hidroeléctrica, después Unelco, después no se que más,…. Tras su jubilación , seguía
trabajando , arreglando las torretas de la luz en el monte. Bajaba desde Izaña
caminando , revisándolas. Llevaba un bocadillo de sardinas por equipaje ( eso
me dice mi tía Juana). Muchas veces lo acompañaba al monte en el jeep , pero
esas andanzas las dejo para otro capítulo. El caso , es que
Agache me sonó desde joven. Es un término aborigen que designa a toda una comarca,
a un espacio desde la ladera hasta el
Escobonal, con rasgos comunes no sólo geográficos ( paisaje de tobas, clima, vegetación, etc), sino
también sociales y culturales. Y es este espacio , años después el que comencé a
caminar, subiendo por Anocheza. Aquella zona de mi abuelo, Altavista de
Anocheza y Los Pasitos , por debajo de la Vera de Clavijo se convertiría años después en mi mundo. Me ha
dado tanto que estoy en deuda . Decir que voy para Agache es decir que voy a mi
espacio vital. Porque Agache no sólo es
ese trocito. A todos los de este pueblo les pasa lo mismo. Decir, “vamos pa ´Agache”
es decir que vamos para el Escobonal , o para Lomo Mena, o para La Medida, o
para Pajara, o para tantos y tantos sitios. Me ha dado y me sigue dando. Lo
tendré que registrar en otro panfleto pero por poner un ejemplo , el último, hace referencia a una afición que ha
despertado en mí. La lectura y la afición por escribir y reflexionar. Estas aficiones que en mí estaban olvidadas o
dejadas de la mano, han renacido en medio de ese remanso de paz . Ese lugar me da tranquilidad, tiempo, aire
puro y todo lo que necesito para ser feliz y encontrar placer por la lectura, esa otra forma de viajar. Tal vez,
y termino, no sólo a mí. También a Merche le ha pasado lo mismo aunque ella ,
siempre con más voluntad que yo, comenzó antes, en nuestra casa de la playa.Ha
superado las contradicciones de esta vida. Saborea todo, playa y monte. Se compró un libro y la lectura la apresó. Pero en Agache , creo que ha encontrado un buen sitio para
terminar esas páginas y comenzar otras. La veo sentada bajo el alpende, junto a
Fiana y Gara y todo el paisaje parece
más grande y bonito. Nunca saboreé tanto el tiempo. El libro trata de una mujer
en busca de su rumbo, de su identidad. Ella , sin saberlo , quizás, ha
encontrado estas cosas primero que yo. Se titula “ El verano de mi vida”.
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