miércoles, 13 de enero de 2016

SUBIR LA DUNA (El desierto de Marruecos)

                                           SUBIR  LA  DUNA
               Subí a la duna que tenía enfrente, la más alta y creía que la más bonita. Seguí para ello el perfil de otras más pequeñas. Bajaba y subía por esos montículos de arena que parecían tener vida. Primero me tropecé con grandes “tamarix”, arbustos y árboles más aclimatados a este terreno y clima. Luego, pequeñas plantas herbáceas y después más y más arena. Era fina, la toqué y se fue entre los dedos. A medida que caminaba, miraba de vez en cuando  para atrás  ganando altura. Veía otras dunas más pequeñas. Buscaba el recorrido por fáciles aristas. Pensé que esa arista que caminaba ya mañana igual no estaba o sería diferente. Notaba la arena levantarse con la brisa y mis pies ahogarse en aquel  mundo móvil, cambiante, volátil. De repente, miré hacia arriba y para mi sorpresa y a toda prisa unos niños bajaban a la carrera. Eran tres y bajaban alegres, contentos, disfrutando a mares, descalzos con sus chanclas en mano. Al llegar más abajo, se tiraron sobre la arena, retozando en un mar de arena y felicidad.  Me di cuenta entonces de lo cansado que es subir una duna y de que  ellos me estaban enseñando como moverme por ese mundo. Era cuestión  de saber andar. Cuando llegué arriba vi que la duna era la más grande de todas las cercanas pero más allá habían otras igual de bonitas y quizás más grandes. Un mar de arena amarilla tostada  de colores cambiantes por los rayos del sol se extendía hasta el horizonte allá donde al parecer vive  el desierto negro. El aire fresco con el sol radiante era una combinación perfecta.
               Bajé a toda prisa, como los niños,. Mentira, como ellos no. Cuando llegué a “La Source”, media tarde o más, me esperaba  junto a un mato el niño al que le dije desde mediodía que “luego”,  “a la vuelta”, le compraba algo. Llevaba esperándome toda la tarde. Le dije que no tenía dinero en ese momento para comprarle algo y él me recordó lo que le había dicho casi sin pensar antes, … “después, después “. Se fue decepcionado y con razón.
            Ahora, cuando escucho junto al agua  las voces  de los niños y el canto al atardecer del almuédano con la duna enfrente, pienso que antes de irme tendré que saldar mi deuda ,…con el niño pagándole y con la duna arrodillándome para darle gracias por esos momentos que me dejó vivir en lo alto.

            Y estas líneas escribí en casa de Omar pero cuando pensaba que este artículo terminaría así, me equivoqué. Al día siguiente, antes de partir, cuando había perdido la esperanza, tomando un té en un pequeño local, por fuera y con sus amigos allí estaba de nuevo. Le dije a Merchi,..¿Es ese verdad?, Sí. Me faltó tiempo para levantarme. ¿Te acuerdas de mí?, él afirmó con la cabeza y sus ojos  brillantes iban acompañados de una enorme y sincera sonrisa. Los mayores no reaccionamos así, pensé. Pondríamos mala cara. Le compré algo y le regalé chocolate, suspiré y  a mi corazón   llegó un temporal de vida. Me miró y no entendió mucho toda aquella alegría. El favor me lo había hecho a mí.


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