ACTIVIDAD; senderismo
Manuel Alonso y Damián Pérez, 26 de diciembre, 2019
DURACIÓN; unas cinco horas a buen paso saliendo desde Masca y subiendo al Mirador de Hilda por el PR TF 59. Si salimos desde el mismo mirador , nos ahorramos 20 minutos de subida y otros 20 de bajada a la vuelta.
Recorrido circular.
DIFICULTAD; moderada. La senda no está homologada pero está clara. El inconveniente es que pasa por tramos algo expuestos y no aconsejables para personas con vértigo.
ANOTACIONES.-
Recorrido por un antiguo camino , empedrado en muchos tramos que transcurre por un paraje que nos permite disfrutar de impresionantes vistas. Esta senda, utilizada antaño por los lugareños para poder llegar a los campos de cultivos ( cereales básicamente) más allá de los riscos de la Fortaleza de Masca tiene un indudable interés etnográfico. Sin duda , esta zona , transitada por los aborígenes , y con interés arqueológico, también presenta otros atractivos. Junto al meramente paisajístico, el botánico es sin duda llamativo. Por el recorrido podemos ver especies endémicas entre los riscos y junto al camino, la tabaiba roja de Teno se muestra en todo su esplendor con otras como las retamas blancas , tabaibas dulce y amarga, verodes, magarzas,
salvias, amapolas, cabezónes, cardoncillos, jaras, chajorras de Teno,
pencas de diferentes tipos , cardones, piteras, cerrajones,
tederas, tasaigos, mato risco, balillos y balos, junto a diversas clases de aeonium como aeonium mascaense,
aeonium haworthii, bejeque de Masca (Aeonium pseudourbicum) , pasteles de risco
(grenovia aurea), etc. . La geología y geomorfología es otro atractivo. Desde estos riscos divisamos los cauces de barrancos profundos como los de Teno y Juan López ( a la derecha en nuestro recorrido) y unas buenas panorámicas de la vertiente occidental del macizo de Teno, área en donde se dieron una de las primeras manifestaciones de volcanismo en la isla de Tenerife, con materiales datados de más de 7 millones de años de antiguedad pues no olvidemos que estamos en uno de los macizos antiguos de esta isla ( junto con el de Adeje y Anaga ) y que por lo tanto presentan relieves abruptos caracterizados por la presencia de un intenso abarrancamiento, con barrancos de perfil en "V " o cerrados e interfluvios en cuchillo, que originan unas agudas
cresterías propias de relieves erosionados con cierta edad pero aun no viejos geológicamente . Por último otro atractivo son las vistas de sus acantilados, elevaciones de hasta 500 metros que caen al mar y que son reductos de flora y fauna. En ellos nidifican un número importante de
aves marinas y rapaces.
RECORRIDO.-
Podemos partir desde Masca y tras coger el PR TF 59 llegar al Mirador de Hilda ( o Gilda ). Si salimos desde aquí nos ahorramos unos 20 minutos de camino de ida y otros tantos a la vuelta. Desde el mirador y frente a la señalización del PR que continua a las Portelas, sale una senda que crestea hacia el mar. Pasa por un cuarto/ instalación de luz y primero va por la vertiente del barranco de Masca para luego cumbrear y crestear por arriba unos minutos para luego ya todo el camino hacerlo por la vertiente de los barrancos Retamar y Juan López que es el principal cauce por este lado. La senda va clara y en muchas ocasiones deja ver un camino empedrado de enorme valor patrimonial. Cuando llevamos un rato por debajo de los riscos de Yeje, pasando este, encontramos una ingeniería de caminos realizada por los hombres que poblaron estas tierras. Veremos una senda empinada que aprovechando un tajo o barranquillo se levantó piedra a piedra para pasar a la zona alta ya pasado el risco de la Fortaleza. El camino nos llevará unas dos horas a buen paso y llegaremos a una zona de cultivos y bancales en abandono. La escorrentía se nota y deja huella aquí y es que la importancia de estas zonas de bancales era y es fundamental no sólo para sacar cereales sino también para parar la escorrentía. En esta parte final, podemos encontrar una era y un aljibe, este más reciente, hasta llegar a la morra de la Galera. Esta última parte se hace cerca del acantilado y siguiendo unos pequeños mojones.